La Japonesa o la Imposible Llegada a Dédalo
(DANAT )

Estreno

Festival Internacional de Música y Danza Granada 97

Coreografía y Dirección

Sabine Dahrendorf
Alfonso Ordóñez

Escenografía

Dario Alvarez Basso

Vestuario

Eugenio Sein

Música

Josep Sanou

Músico en escena

José Miguel Bernabeu (Tuba)

Sonido

Albert García

Iluminación

Evaristo Valera
Sabine Dahrendorf

Intérpretes

Alfonso Ordóñez, Xavier Martínez, Karen Hentze, Isabel Gomez, Barajara Garcia, Viviane calvitti, Violeta Todó, Idurre Azkue, Mireia Torres

Co-producción

  • Festival Internacional de Música y Danza Granada
  • Festival Grec 97
  • CCCB Barcelona

Subvención

  • Departament de Cultura Generalitat de Catalunya
  • Area de Cultura-Ajuntament de Barcelona
  • I.N.A.E.M. Ministerio de Cultura

Actuaciones

Festival Internacional de Música y Danza Granada 97; Festival Grec 97 Cornella (Barcelona); Las Palmas Espacio Cultural El Tanque , Tenerife; Las Noches de Fontseca, Salamanca; Teatro Principal Valencia, Dansa Valencia; Vigo Cultura 98.

 

 

En 1997 el Festival Internacional de Danza y Música en Granada nos invito a buscar y actuar en un lugar no habitual, bajo el lema puntos de encuentro.

Escogimos la Azotea del Palacio de Congresos, como espacio de anfiteatro. Nos pareció una suerte haber encontrado este “ cráter” , como un enorme ojo mirando al cielo en espera de ver si aterrizaba algún extraterrestre.

Y nosotros nos sentimos como haber caído ahí de la nada. Nos prestamos el mito del laberinto y del minotauro para tejer una danza ininterrumpida y la presencia oriental a través del “personaje” de la japonesa con su danza indicando algo como una “contradirección”.

La japonesa o la imposible llegada a Dédalo.

No pretendíamos rememorar el mito sino abusar de él .

Inventamos el personaje de un músico de cierta corporalidad impactante, cuyo instrumento era la tuba. Un minotauro , expulsando sonidos . La música como tejido de capas de estructuras sonoras laberínticas creadas por el compositor Josep Sanou.

El tuba, músico en directo hace alusión a la bestia herida emitiendo prolongadas llamadas desde las entrañas persiguiendo a las bailarinas - que con sus indomables faldas hechas a partir de inmensos paracaídas japoneses de la 2. guerra mundial, dejan rastro de sus coreografías, como gigantescas babas de caracol. Una danza creando caminos falsos sin necesidad de explicación siguiendo el afán de intentos de salir a flote para esconderse moviendo. Declarándose estado de excepción.

Estado de excepción o expulsión hacia adentro prolongándose .

(Sabine Dahrendorf , Alfonso Ordóñez)

 

 

“Hay días en que ,como Sísifo , uno se siente atrapado en un circulo que inexorablemente conduce de regreso al punto de partida, no sin antes haber dado vueltas y más vueltas y sin que por el camino uno haya podido vislumbrar alguna oportuna salida de emergencia.

Y es que las intrincadas y laberínticas geometrías del alma no parecen simpatizar con la línea recta. Y, si simpatizan , hacen todo lo posible por disimular.

Círculos , remolinos , rodeos, el eterno retorno y el mito minoico y mediterráneo del laberinto construido por Dédalo para encerrar al minotauro , ese monstruo que - dualidad obliga- es verdugo y víctima a la vez pues, amén de zamparse doncellas crudas sin tomarse la molestia de escupir luego los huesos, sufre el azote de la soledad y el exilio y está, de hecho, tan cautivo como sus infortunas victimas: esas son las referencias culturales y los símbolos que constituyen el punto de la partida de la Japonesa o la imposible llegada a Dédalo, una pieza donde explorando mitos eternos, rituales y arquetipos, los coreógrafos Sabine Dahrendorf , Alfonso Ordóñez y el músico Josep Sanou han tratado de reflejar nuestro propio rostro y nuestros propios ritos.

Todo empezó cuando Sabine desembarco por primera vez en la impresionante azotea del Palacio del Congreso y exposiciones donde se halla el anfiteatro de Carlos I. El lugar se le antojo “como un ojo gigantesco que lanza su mirada al cielo, como buscando en las constelaciones del firmamento la solución que nos proporciona el destino; o se percibe como una pista de aterrizaje para extraterrestres.”

 

A partir de ahí , por analogías espaciales, surgió la idea de asomarse al laberinto de Knossos, a Ariadna, a Teseo, a Dédalo y el minotauro, a las antiguas danzas que celebran la victoria sobre el monstruo, pero haciendo que , de pronto , en ese mundo irrumpa como elemento perturbador una extraña. Extraña y casi diríase extraterrestre , el personaje de la Japonesa encarna la mirada ajena, la mirada desde “fuera” , la alteridad radical. Y uno se descubre esperando con ansiedad que la japonesa se saque una cámara fotográfica del bolsillo y la emprenda a fogonazos de flash . Pero en lugar de esto , la extranjera se sentiría atraída por quien, en cierto modo, es su negativo , su polo opuesto: ese minotauro condenado a la soledad y encarnado aquí por el músico que toca la tuba , cuya integración en el espectáculo constituye uno de los aspectos más interesantes y arriesgados que nos brinda esta pieza. La propia tuba se hace símbolo fálico, mientras a través de sus notas , que despiertan ecos primitivos ,y telúricos, nos llega la oscura y perentoria llamada del macho en celo , embarcado en una imposible historia de amor con la japonesa , ese personaje aéreo y ligero, tan hija del aire, como el Minotauro lo es de la tierra.

Con todos esto elementos, la compañía Danat ha urdido un espectáculo hondo, como ese túnel del tiempo que nos conduce al laberinto cretense, a su vez metáfora del tiempo que implacablemente nos devora,; un espectáculo hondo, intenso, y de alta densidad poética, despojado en su búsqueda de lo esencial, donde el movimiento se hace maniobra circular, vueltas y revueltas, que atestiguan nuestra desesperada e infructuosa búsqueda de salidas, movimiento vehementes y violentos, que surgen de la enfurecida vitalidad y se contraponen a movimientos más intimistas y líricos; el estallido seguido por la quietud, la furia seguida de la voluptuosidad ; la tierra y el cielo, la agitación sísmica y la dulzura de una brisa delicada y sensual.

De hecho , los trabajos coreográficos de Danat siempre han partido de la dicotomía y la dualidad, probablemente porque sólo de este modo , sometiendo al gesto y al movimiento a la tracción de los sentidos contarios , convirtiendo el cuerpo y, por extensión , al ser humano en el centro de un vertiginoso laberinto donde se dan citas pulsiones y sentimientos enconadamente contradictorios que nos zarandean en distintas direcciones;, es posible aproximarse al pálpito de la vida, a nuestras oscilaciones de la risa a la ira, del amor al miedo, de la furia y la fiebre a la ternura.

Crear es también dar vueltas y más vueltas, enroscarse y perderse, vacilar ante los distintos caminos que se nos ofrecen. Y, aún sabiendo que caminamos en círculos, condenados a cargar una pesada roca hasta lo alto de una montaña, para que, una vez allí, la roca se vuelva a rodar hasta abajo y vuelta a empezar, hay que seguir trazando círculos para indagar en el profundo desasosiego del hombre moderno.”

(Mercedes Abad 1997)

 

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